(Por Florencia Montaruli)
. El polémico acuerdo era una verdad a medias, pero se precipitó en cuestión de horas. Tan distintos, pero con el mismo objetivo: derrocar al kirchnerismo.
Entre las sombras del fantasma de Machiavello, la frase “el fin
justifica los medios” es la que mejor se ajusta al nuevo binomio: Alfonsín – De Narváez, que no deja en evidencia otra cosa que el fin de los partidos políticos.
Tan distintos. Pero tan iguales al mismo tiempo. Este sábado, Ricardo Alfonsín y Francisco De Narváez oficializaron su acuerdo Nación – Provincia con un acto en la ciudad de La Plata. Ambos de traje oscuro y camisa clara, pero Alfonsín, fiel a su estilo clásico y hasta casi me atrevería a afirmar un tanto desalineado. De Narváez, moderno y, como suelen decir por ahí, de punta en blanco. Por eso son tan distintos. El sector radical, exultante y “de fiesta”. El sector peronista, con los vestigios de lo que en algún momento fue parte del PRO: organizados, tranquilos, y casi como asistiendo a una función de teatro. Por eso, una vez más, son tan distintos.
De Narváez fue el primer orador. Pacífico, con voz calma, casi monótona y con la inexperiencia del discurso electoral, resaltó la figura de Alfonsín, se sintió “honrado” al estar al lado de la figura del radical y le habló “al futuro presidente” de los argentinos.
El hijo del ex presidente, todo lo contrario. Exultante, hábil conocedor del discurso electoral, que puede hacer estallar al público más frío. Con un parecido en voz e imagen cuasi perfecto con su padre, apela a la memoria del que está escuchando, que por un instante pensará que quien está hablando es Raúl Alfonsín, y no su hijo.
Son distintos, son como el agua y el aceite, pero unidos por un mismo objetivo: derrocar al kircherismo. Cuando Raúl Alfonsín falleció, la figura de su hijo Ricardo creció desmedidamente y la provincia de Buenos Aires le quedó chica. Sumado a un Cobos que no supo sostener su posible candidatura a presidente, el hijo del ex mandatario supo que su pelea iba a ser en la Nación, aunque eso dejara a la Provincia sin candidato radical.
De Narváez vio ahí su espacio perfecto. El PRO no tenía candidatos. Macri, indefinido, terminó eligiendo la ciudad nuevamente porque sabía que si la resignaba perdería y de a poco se alejó de De Narváez, que supo que su única posibilidad certera era la Provincia, y que aliarse a un candidato fuerte a nivel nacional podía ser el plan perfecto. Desde la época de Rosas, la provincia de Buenos Aires puede torcer una elección. Y tanto Alfonsín, como De Narváez, tienen en claro eso.
En el medio, la muerte de Néstor Kirchner cambia el escenario con un giro de 180 grados. La Presidenta gana popularidad en detrimento del resto de los candidatos, que comprenden ahora que, si no se unen, la derrota es segura. De allí las alianzas menos pensadas, de allí que peronistas y radicales compartan un acto de campaña y se abracen entre ellos. El kirchnerismo logró algo nunca antes visto: que el nuevo peronismo conviva con las boinas blancas del centenario partido. La sucesión de hechos, desde la muerte de Néstor Kirchner a hoy, desencadenaron el trágico final: la desaparición de los partidos políticos. Seguramente, si Néstor Kirchner y Raúl Alfonsín no hubieran fallecido, la realidad política actual sería otra. Pero lo cierto es que hoy no hay peronistas y radicales, hoy hay opositores extremos unidos para derrocar al kirchnerismo. Hoy, el fantasma de Machiavello se regocija al ver que, una vez más no se equivocó y que “el fin justifica los medios”. Aunque sean tan distintos, pero tan iguales al mismo tiempo.
Fuente: tandildiario
Nota del blogger:
Acercamos editorial del domingo del Portal de la mujer del Director de Ceremonial, un famoso talibán lunghista, comentando la caricaturesca alianza del Colorado De Narvaez y el hijo de Alfonsín. Pedimos perdón a nuestros lectores, ya que están acostumbrados a los sesudos y ácidos análisis del escribidor del Intendente, a quien respetamos porque,aunque no compartimos sus posicionamientos, por lo menos tienen fundamentos y hay materia gris en la pluma del autor. Bueno, acá, no podemos decir lo mismo, pero es otra vertiente del universo lunghista. Una intelectual y la otra un poco prosaica y bizarra. Es lo que hay...
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