A QUIEN CORRESPONDA
Los hechos que vamos a relatar ocurrieron ayer, sábado 10 de mayo de 2008.
Mi esposa Elena y yo, como víctimas, hemos descubierto en el poquísimo tiempo transcurrido, que la repetición oral del relato a distintos interlocutores nos produce un enorme desgaste, pues nos reaviva los grados de humillación, impunidad y desamparo que tuvimos que sufrir, y que, de algún modo, seguimos sufriendo
Por eso, pondremos por escrito, con la mayor claridad y precisión posibles, la sucesión de acciones ocurridas, con sus lugares y protagonistas, dejando para quien lea estas líneas la tarea de clarificar y calificar.
Estamos a disposición para aportar datos e información que eventualmente no hayamos consignado.
Muchas gracias.
Rosario, domingo 11 de mayo de 2008
Elena María Despósito
D.N.I. Nº 6.725.008
Edad: 56 años
Alberto Luis Santiago Benassi
D.N.I. Nº 6.047.023
Edad: 65 años
LOS HECHOS
Episodio San Genaro.
El sábado 10 de mayo de 2008 veníamos en viaje, desde San Jorge (Pcia. de Santa Fe), hacia la ciudad de Rosario, por la Ruta Naciona Nº 34. A eso de las 15.00 horas llegamos al cruce de la misma con la Ruta Provincial Nº 65, a la altura de la población de San Genaro, donde observamos que un piquete de personas bloqueaba totalmente el paso de nuestro recorrido. Ya había varios vehículos detenidos formando una cola no muy extensa, y con bastante espacio entre uno y otro. Pasando por derecha e izquierda -conducía yo, Alberto, a paso de hombre- llego a ubicarme en primera fila de la caravana. En ese zig-zag de avance registré la presencia de un móvil policial, estacionado sobre la banquina derecha, a no menos de 50 metros de donde se efectivizaba el corte. No pude distinguir la presencia del personal correspondiente.
Sin detener el motor ni apagar las luces bajas, de encendido obligatorio en ruta, observo que sobre la banquina derecha, a un par de metros de la trompa de mi vehìculo, había un espacio libre de personas y cosas, y que más allá de ese punto, la ruta estaba completamente libre, en el sentido de circulación hacia Rosario. Ninguna de las personas allí presentes nos había dedicado atención alguna, pese a habernos acercado tanto al lugar del bloqueo, adelantándonos a los demás vehículos.
Puse nuestro auto en movimiento a una velocidad totalmente prudencial, como para poder detenerme si cualquier circunstancia lo requería. Lo inesperado de la maniobra hizo que pasáramos sin ningún inconveniente, sin tener que esquivar, ni tocar, ni rozar a cosa o persona alguna, llegando al tramo totalmente libre de la ruta. Del grupo provinieron gritos y gestos que junto con lo totalmente visible de nuestra acción, alertaron a quienes estaban más allá del cruce, cortando la otra mano, la que va de Rosario hacia el norte.
De ese grupo, mucho menos numeroso que el que habíamos evitado, se desprendieron dos personas: un hombre de edad mediana que levantó un cuerpo de rastra dotado de numerosas puntas metálicas, el que arrojó sobre la ruta con las púas hacia arriba, en un intento de detenernos, intento fallido, pues en ese lugar la ruta tiene un doble ancho respecto al normal, y desviando un poco nuestro recorrido hacia la derecha, lado en el que no había persona ni cosa alguna que nos impidiera el paso, pudimos seguir nuestro camino hacia la ruta libre de impedimentos. La otra persona que se desplazó a la par del individuo ya mencionado, fue una mujer joven que portaba un palo que hacía de asta improvisada a una bandera nacional. Tanto la mujer como el hombre estuvieron siempre a varios metros de nuestro vehículo.
Mientras nos alejábamos miré dos o tres veces por el espejo retrovisor ante la posibilidad de ser seguidos por alguien del grupo, pero no fue así.
Así termina el episodio San Genaro.
Episodio Ibarlucea
Siendo aproximadamente las 16.00 horas nos acercamos al cruce de la RN 34 con la Ruta A 012, entre las localidades de Luis Palacios (La Salada) e Ibarlucea. Allí también funcionaba un piquete, pero en ese momento el paso estaba liberado. Bajamos la velocidad para concretar el cruce siempre peligroso con la A 012, y nos percatamos que de los grupitos de personas que se hallaban en el lugar partían exclamaciones y gestos amenazadores, buscando nuestra detención.
Evidentemente, alertados telefónicamente por sus pares de San Genaro, nos estaban esperando. No nos detuvimos, y seguimos - a los aproximadamente 90 Km/hora que nuestro vehículo permite- nuestro viaje hacia Rosario.
A los pocos kilómetros confirmé que varios vehículos habían salido en nuestra persecución. Eran 5 ó 6, la mayoría del tipo 4x4, o camionetas doble cabina, todos de modelo muy reciente, tripulados cada uno por 3 ó 4 personas. Cuando el primero de los vehículos se puso a la par nuestra, además de ademanes y gritos amenazantes, comenzó a hacer maniobras en zig zag para obligar a nuestra detención, bajo pena de ser embestidos, o desviados de la ruta con resultados fáciles de prever. Con mi esposa decidimos no ceder a esa brutal forma de actuar, pese a que en varios momentos teníamos un vehículo del grupo a la izquierda, otro a la derecha (por la banquina), otro atrás, a punto de embestirnos. Desde uno de los vehículos blandían un objeto metálico, que parecía un extinguidor, indicando que estaban a punto de arrojarlo hacia nosotros. A pesar de las agresivas aproximaciones laterales y desde atrás, en ningún momento nuestros vehículos tomaron contacto. Resultaba evidente que querían dañarnos, pero en esas condiciones, también dañarían a sus vehículos. Esa posibilidad los hacía desistir cuando el choque o rozamiento parecían inminentes.
Así pasaron varios kilómetros. En un momento dado, y desde uno de los vehículos que circulaban a nuestra izquierda, arrojaron una tela o plástico blanco, con la aparente intención de que el elemento bloqueara nuestra visual, haciéndonos perder el control del rodado.
Pudimos llegar a Ibarlucea, bordear toda la población y tomar el tramo final de camino hacia Rosario. Con distintos recursos, por ejemplo, colocarnos detrás de algún tercer vehículo ajeno a la agresión y recorrer así algunos tramos, u obligar a desistir a nuestros perseguidores del lado izquierdo cuando venían vehículos en sentido contrario por esa mano.
El resultado estaba cantado: nuestro automóvil tiene 24 años de antigüedad, es pesado y funciona con GNC; ellos estaban en 5 ó 6 vehículos, todos veloces y varios de ellos de porte impresionante.
La situación fue de altísimo peligro hasta que la verdadera jauría que nos acosaba logró arrinconarnos sobre la banquina opuesta, unos pocos metros después del mojón del Km. 5, a metros de la puerta del obrador de la firma EDECA, la que se encarga de la repavimentación de la ruta por la cual circulábamos.
Detenida nuestra marcha fuimos rodeados por un grupo de 15 a 20 individuos, todos de sexo masculino, de 20 a 40 años de edad, que fuera de sí y en un estado de exaltación que la prolongada persecución había exacerbado, nos gritaban “¡Asesinos! ¡Hijos de puta! ¡Pisaron a la gente en San Genaro!” y un largo etcétera de insultos.
Cuando bajé el vidrio de mi lado un joven corpulento me asestó un golpe de puño en el rostro, mientras tironeaba de mi ropa pretendiendo hacerme descender. Mi señora y yo permanecíamos sentados y en silencio, sin responder de hecho ni de palabra a las acciones del grupo. Nuestro vehìculo estaba inmovilizado por los de ellos y a nuestra derecha estaba la ruta. Ante la agresión física que yo estaba sufriendo mi esposa bajó de su lado para defenderme, intención frustrada, pues fue a su vez agredida con empujones y manoseos, mientras seguía el griterío amenazador. El repertorio con ella hacía distinciones de género: “¡Mal cogida!” “¡Hacete coger porque a él no se le para!”, etc., etc. Cualquier gesto nuestro de defensa o respuesta a la agresión hubiera llevado a ésta a un grado superior de ferocidad, aunque era visible que nuestra pasividad, de algún modo, también los enardecía.
Descendí entonces yo y fui rodendo nuestro automóvil por detrás para lograr que mi esposa volviera a ascender al mismo y así aislarla de la violencia unilateral que se había desatado sobre nosotros. En el interín uno de los del grupo había empuñado un objeto metálico, probablemente el mismo con el que nos hacían amenazas durante la persecución y rompió de un golpe el vidrio delantero derecho. Otro de los individuos descargó una patada fuertísima sobre el guardabarro delantero derecho, abollándolo, para, a continuación treparse al capot de nuestro vehículo, poniéndose a saltar sobre él. De allí pasó al techo del automóvil, sobre el que repitió la operación, hundiéndolo. Después descubrimos que esa acción había producido rajaduras en el parabrisas.
Mientras todo esto ocurría nos gritaban “¡Cobardes!” “¡Asesinos!”, lo que llevaba la situación a niveles de irrealidad total. Eramos un hombre y una mujer inermes, rodeados de 15 a 20 individuos jóvenes que nos agredían de hecho y de palabra mientras nos tenían inmovilizados. Y nos gritaban “¡Cobardes!”. Otro nos gritó “¡Si no están de acuerdo con nosotros, quédense en sus casas!”, y un tercero intentó poner orden de una manera muy especial, diciéndole al que estaba destruyendo nuestro vehículo con sus saltos y zapateos: “¡Bajate, que ése no es nuestro estilo!”. En ese punto las cosas, y con mi señora ya subida al auto, sentándose sobre los trozos de vidrios que habían cubierto su asiento, yo estaba parado abriendo la puerta delantera izquierda para también ocupar mi lugar, viendo que el grupo no sabía en realidad qué más hacer. Hice entonces el gesto de tomar un bolìgrafo retráctil que llevaba enganchado en el bolsillo superior izquierdo de mi camisa, acción que fue interpretada por uno de los señores como un comienzo de intento de anotar algo. Me arrancó el bolígrafo de la mano y del mismo bolsillo sacó mis lentes de lectura, los que procedió a destruir con saña para arrojar todos los trozos bien lejos, en le pastizal de la banquina. Cuando pude ocupar mi lugar de manejo le dije a mi esposa: “Memorizá los datos de un vehículo que yo hago lo mismo con otro”, cosa que hicimos. Delante nuestra había una enorme Toyota Hilux negra, patente GIA 401, y un poco más allá un automóvil 4 puertas Ford Fiesta o Peugeot, verde, patente CGS 063, vehículo que había sido el primero en alcanzarnos cuando comenzó la persecución. Difundidos los hechos que estamos relatando, sabemos que en el portal rosario3.com un particular aporto datos precisos sobre el primero de los vehìculos, incluyendo nombre y domicilio y ocupacióndel titular.
Se fueron los agresores y nosotros reanudamos nuestra marcha,dirigiéndonos hacia la Sub comisaría de Nuevo Alberdi, de donde nos derivaron a la Subcomisaría 17 de Ibarlucea, por razones de jurisdicción. Allí nos tomaron en forma parcial un relato de los hechos, negándose el personal actuante a hacer constar el “Episodio San Genaro”, dándonos garantías de que lo podríamos agregar sin inconvenientes en una denuncia ampliatoria una vez que nos convoque el sumariante oficial, el próximo lunes 12 o martes 13 de mayo. No tenemos copia de lo que fue registrado.
El resto fue llegar a nuestra casa y avisar a nuestros familiares que estábamos... bien.
Rosario, martes 13 de mayo de 2008
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