EL SHOW DEL AGROPIQUETE.

De El Paraíso a Orbea: un espectáculo antropológico

(Por Melquíades Kafka) Este cronista vivió ayer una jornada social ajetreada. Empezamos en el Paraíso y terminamos en la gran charla que dio el psicoanalista Angel Orbea. Pasamos de 10.000 personas a 10, en violenta desaceleración. El show del agropiquete quedará en la categoría de un espectáculo antropológico irrepetible, con un payador que pidió matar al ministro Randazo, el oportunismo de Auza y la incursión sindical de Blanco Villegas.

No es fácil esta ciudad. Nunca lo fue. Cuna del conservadurismo, es ese mismo conservadurismo el que provocó ayer un espectáculo antopológico, con una dosis de bizarrería difícil de igualar.

En El Paraíso, un lugar que tiene por vecinos a un cementerio privado y a un telo (o sea, cuya materia es el entierro permanente), ayer el agropiquete próspero enterró lo último que le quedaba: la credibilidad de su reclamo degradada en un show no apto para gente sensible.

De entrada nomás, la aparición fulgurante de dos payadores foráneos comenzó a poner la nota poética bizarra. Las coplas de protesta de los payadores tuvieron como eje a la reina Cristina y su consorte, pero eso no es todo. Uno de ellos tenía serios problemas para llegar a la rima, con lo cual cortó clavos toda la mañana, y el otro pidió literalmente que mataran al ministro del Interior Randazzo. Un pacifista el hombre.

La cosa se completó con la lectura de un poema que expuso, por si hiciera falta, que la gente del campo no estaba de acuerdo con el gobierno “montonero y setentista” de K.

Para colmo tomó el micrófono una suerte de analfabeto social que confunde la comunidad con su estancia. Se llama Agustín Nassar y descolla por su prepotencia. De convicción profundamente gorila y tentado por las luces de esta impensada figureteada masiva, Nassar fue una cadena de exabruptos de la más rancia oligarquía. ¿”Quién le dio todo a este país, quien lo salvó? ¡El campo lo salvó!”, gritó en medio de un trance que daba lástima, vea. Después anunció que llegarían 25.000 personas. Mintió, de mínima, en 15 lucas.

Lo de De Angeli, que era previsible, se asemeja a Sócrates en medio de tanta patriotada berreta. Los otros discursos no sólo prefiguran la falta de esgrima para la oratoria, sino el doble discurso del campo, que se dejó llevar solito contra las cuerdas y no sabe cómo salir de la encrucijada. Claudio Ersinger, presidente de la Cuenca Lechera, en menos de un minuto rogó para que el gobierno le dé una señal al campo y enseguida avisó que no van a ponerse de rodillas. ¿En qué quedamos?

La escarapela de De Angeli, del tamaño de una manzana, las banderas argentinas arriadas sobre las camionetas importadas, la demagogia del orador populista entrerriano llegando en avión a Tandil pero subiéndose a un tractor desvencijado con el cual entró al acto. La canción del campo, una alquimia entre quitch y melodramática, que bien podrían haberla cantado Los Nocheros. En fin.

El día concluyó para este cronista en la Biblioteca Rivadavia. En violenta desaceleración pasamos de 10.000 personas a 10, que era el magro público presente en la gran charla que dio el psicoanalista Angel Orbea. Pronto hablaremos de ella, pero el hombre, como al pasar, dejó un dato que supera la semántica: los productores autoconvocados no deben llamarse productores. Antes deben llamarse “dueños de la tierra”. Porque eso son. Y esa magnífica aclaración de Orbea explica el festival antropológico que dieron ayer en El Paraíso.

Sólo faltó que viniera Horacio Guarany y se pusiera en pedo en el escenario. Hubiera sido el broche ideal para un día no-peronista.

Crónica del encuentro de los "dueños de la tierra" al decir del Licenciado Orbea con el "lenguaraz" De Angelis como orador principal. Lo interesante de la nota es que proviene del Portal Oficialista del Intendente Lunghi, quien se subió a un tractor para arengar a las masas y darle su caluroso apoyo al reclamo de los "con tierras" días previos al acto del sabado. Cosas de la vida, Mendieta...