Leemos en PuntoJUS, un interesante artículo de su editor sobre los pasos del presidenciable, el inefable Cleto Cobos. He aqui su nota:
La ambición no es un pecado. De hecho, suele ser el motor de los grandes logros, personales y colectivos. Pero como todo, el exceso trae complicaciones, degenera los proyectos, las ideas y complica el futuro a mediano plazo. Julio Cobos quiere ser presidente, y ha comprendido, después de mucha resistencia, que sólo podrá serlo con el radicalismo detrás. Es lógico, es inteligente de parte del vicepresidente, pero ha incurrido en la tentación de comprar lo hecho, mal hecho, contrahecho, lo que requiere menos esfuerzos, pero lo que es ciertamente muy peligroso.
Hay que decir sin medias tintas que hoy, el operador más importante de Julio Cobos se llama Enrique “Coti” Nosiglia, por intromisión del capo radical y por aceptación abierta del propio Cobos. El mendocino dio con gusto al Coti ese espacio, y él lo disfruta, porque ve nuevamente la posibilidad de llegar al poder. Sindicado y señalado por la sociedad como el “monje negro” de Raúl Alfonsín, creyó que su destino terminaba, al menos desde lo político, con la caída del gobierno del viejo líder.
Pero Nosiglia volvió inesperadamente hasta para él, con el gobierno de Fernando De la Rúa, por obra y gracia de algunas de las personas más cercanas del derrocado presidente, entre ellas, el vecino del Coti en la quinta de Villa Rosa, Fernando De Santibañez. Caído De la Rúa, nada indicaba que Nosiglia podría volver a estar tan cerca del poder, pero como lo hizo con De la Rúa, impuso ahora su presencia a Cobos, y nuevamente está a punto de desembarcar.
Historias similares han ocurrido con Leopoldo Moreau que taponó y obstruyó junto a Federico Storani la carrera interna de, por ejemplo, Ricardo Alfonsín, e incluso la de Margarita Stolbizer que terminó por irse del partido radical. Fueron muchos los que huyeron por las múltiples maniobras de estos muchachos para mantener el dominio de la UCR y evitar que el mismo se renovara.
La semana pasada, en el Hotel del cual casi seguro es dueño Nosiglia, el Elevage, estuvieron reunidos varios de sus lugartenientes para decidir quien será el próximo presidente de la UCR porteña. Porque así, crítico como es el radicalismo del verticalismo peronista, las autoridades partidarias suelen definirse en la habitación de un hotel, en un departamento o una oficina, porque no una mesa de un bar céntrico. Nada de democracia, nada de afiliados, nada de militantes.
En esa reunión se decidió que estaba superada la etapa en que la estrategia radical era intentar mostrar una renovación partidaria para acercarse a la sociedad, y que terminó con el joven abogado Carlos Mas Vélez como presidente, y con otro joven Marcelo Montero como vice. Nosiglia comunicó a los suyos la decisión de que para acompañar la presidencia de Cobos, y especialmente copar la campaña, el presidente debería ser un veterano, por supuesto de su palo, y seleccionó a Facundo Suarez Lastra, intendente porteño durante el gobierno de Alfonsín.
Pero el Coti no es el único que ronda a Cobos. Por ahí también está Jesús Rodríguez, que con un poco mas de reparos por su cercanía con Gerardo Morales, también acompaña, el santafesino Luis “Changui” Cáceres, y por supuesto los inefables Moreau y Storani. Hace apenas un año, cuando Cobos no lo recibía el viejo Freddi, había declarado “un tipo que se llama Cleto no puede hacer política”, pero la conveniencia rápidamente lo hizo cambiar de opinión. La semana pasada, el vicepresidente puso su primer pie en la ciudad de La Plata, de la mano de Storani, que le organizó una presentación a partir de su fundación.
El radicalismo ha mostrado, necesariamente, por el mero paso del tiempo, algunas figuras nuevas que deben construirse y probar su valía: el senador Ernesto Sanz, el diputado Ricardo Alfonsín, el diputado Eduardo Costa (el que le ganó a los K en Santa Cruz), pero Cobos, que aparece como lo nuevo, ha decidido recostarse en lo más viejo, en lo más rancio de la vieja política radical. Vicios interminables de una política que parece un círculo vicioso.
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