(Por Sergio Salerno) Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. A raíz de una información oficial de las oficinas del precandidato Néstor Auza sobre una gestión de asistencia a una veintena de radios comunitarias de Tandil, que estaría tramitando el concejal del FpV junto al también precandidato, pero a vicegobernador, Gabriel Mariotto, me pareció importante distinguir algunos aspectos de una radio comunitaria de otra que no lo es: la radio comercial.
Aunque pueden generarse ingresos para su sustentabilidad, las comunitarias son radios sin fines de lucro, esa una diferencia básica. Su misión no es ni publicitar productos ni convertir a la información en una mercancía, sino ser una herramienta de comunicación interna y/o externa de una determinada comunidad donde la prioridad es problematizar las vivencias y coadyuvar, desde la comunicación, a su visibilidad y posible resolución frente a otros actores. En este sentido, la radio asume el rol de acompañante y de posible catalizador del proceso inclusivo de pleno derecho en la sociedad de dicha comunidad.
Por otra parte, la propiedad no es privada, sino colectiva. La radio comunitaria es un instrumento no de una sociedad anónima, ni de una sociedad de hecho, ni de un único propietario: es patrimonio de un grupo.
Por tal motivo, la participación es diferente entre una y la otra. En la radio comercial, los oyentes son escuchas pasivos de un mensaje predeterminado por los propietarios del medio. Participan en un bajo porcentaje a través de consultas telefónicas, correos, notas circunstanciales o pidiendo una canción favorita. En la radio comunitaria, el propietario es la comunidad y, como tal, son los productores del mensaje. La participación se da en todos los niveles.
Como el discurso construye realidades, que muchas veces no son ni están cerca de la verdad, muchas comunidades fueron/son excluidas del conflicto social en democracia y su identidad cultural bastardeada, debilitándolas frente a grupos concentrados de poder que controlan una innumerable cantidad de medios. El origen teórico de las radios comunitarias en Latinoamérica tuvo su razón de ser en la necesidad de dotar a quienes estaban en inferioridad de un instrumento de comunicación propio que rompa el aislamiento, en alguna medida. Los sujetos fueron y son los mismos de siempre: comunidades campesinas, aborígenes, organizaciones barriales, gremios y diversas minorías, etc.
En Tandil, este periodista no conoce una radio comunitaria, y mucho menos veinte. Quizá haya proyectos. Si existen, quisiera conocerlas. Las radios asentadas en los barrios periféricos, no necesariamente por una ubicación geográfica, cumplen los requisitos para serlo. Por el contrario, suelen replicar el modelo de la comunicación dominante. De hecho, abrir la programación leyendo, por ejemplo, Clarín, La Nación, incluso Página 12, Nueva Era o El Eco, es una evidencia de ello. Y otra es la ausencia de participación de la barriada, que para ello necesita formación desde un lugar que potencie su identidad y la lucha por sus derechos con la menor contaminación posible.
La nueva ley de Medios habla de esto. Pero en Tandil sigue sin aplicarse, a excepción de la expresión protagonizada desde la Unicén y su productora de contenidos. Pero los sectores populares siguen excluidos del denominado empoderamiento de medios de comunicación. La herramienta no es menor, pero para ello se debe planificar una estrategia en terreno, teniendo en cuenta el tiempo colectivo, a costa del individual. A la fecha, estamos como antes de la ley, a nivel local.
Fuente: 21%
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