“Ha muerto un hombre honesto. Una rosa roja. Roja. Pétalo por pétalo, al viento después del rocío. De la tierra al suspiro. Belleza y símbolo. Bella vida la que tiene sentido. Bella si se da en aroma. Si ofrece brazos, palabras, corazón empecinado. Si diciendo verdades, si soñando justicia, humedece los ojos y agranda su voz, invencible.
Ha muerto un hombre sin precio. Un hombre libre. Un hombre que se cayó y se levantó cada vez más digno y más entero. Un hombre amado que amaba.
Lo triste, lo cruel, lo doloroso, lo injusto, lo impune, alimentó su rebeldía y su ternura.
Te vemos en la esquina donde el crudo frío del viento invernal era menos que el frío de la sociedad anestesiada de los noventa. Pedías firmas para evitar la privatización de nuestras empresas estatales.
Te vemos conmemorando el primero de mayo. Te vemos luchando contra la usura. Te vemos de pie, trabajando en la carnicería a pesar de tu enorme dolor en las piernas.
Te escuchamos, hablando de enseñar tu oficio. Recordando el teatro vocacional. Escribiendo. Disfrutando de tu amorosa familia.
Jorge Burgos. Socialista. Un vecino de la cuadra, Villa Italia, Tandil, Argentina. Una rosa roja.”
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