Vienen tiempos difíciles para la vida democrática en nuestra ciudad. Los hechos acontecidos los últimos días en ámbitos del primer piso del municipio, no auguran nada bueno para la calidad institucional de la vida pública ( la politea ) local. El ataque desenfrenado que ha comenzado el lunghismo (oficialismo con mayoría propia desde el 10 de diciembre) contra un concejal de la oposición ( Llanos del FpV ) no tiene antecedentes inmediatos desde 1983 a la fecha.
La lógica política dice que el que gana no necesita agredir, atacar, soliviantar al adversario; las urnas ya le dieron el triunfo, y ahora, es tiempo de gobernar. Y gobernar tambien es mejorar el funcionamiento de las instituciones. Es una responsabilidad indelegable del grupo o sector político que la ciudadanía puso al frente de la cosa pública. Ni más ni menos.
Pero parece ser que en la ciudad soñada (¿ o sonada?) las cosas son diferentes: ¡ ahora que somos mayoría te vamos a destruir ! No pudimos hace dos años, pero ahora si es el tiempo de la venganza (¿ venganza de qué ?), del capricho de los que se sienten impugnes y viven en el círculo chiquito de la periferia del palacio municipal.
El tema del ataque no es lo relevante-para este comentario- sino los nubarrones que las conductas políticas de un grupo residual del radicalismo pretende imponer al resto de la comunidad; grupo sin experiencias de gobierno con mayoría propia, acostumbrados a ser "oposición por oposición misma", y para el colmo de los males, gozan de una una soberbia que neutralizan las pocas cosas buenas que hicieron en cuatro años de bonanza económica financiera municipal.
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