Hagamos una “declaración de previo y especial
pronunciamiento” antes de abordar este asunto
de “ríspido e urticante” tratamiento en la Aldea Serrana. Excluyo fundamentalmente a la actividad docente inicial, primaria y
secundaria. Por dos razones: la regulación normativa es precisa-vía asambleas
públicas-y no admite un grado de discrecionalidad mayor, por la presencia de
los gremios docentes como garantes de los derechos docentes que reconoce el
Estatuto Profesional; algo que si se vislumbra- alto grado de discrecionalidad-
en las administraciones municipales, provinciales y nacionales.
Otro sector-el judicial- tiene un
manejo de mecanismos más sutiles para “seleccionar e ingresar” al personal auxiliar
y merecería un tratamiento especial. También lo excluimos de esta nota.
Si hiciéramos un recorrido por
las distintas dependencias públicas en Tandil-de cualquier
jurisdicción-podríamos ver a simple vista, la homogeneidad social de los
agentes y/o empleados públicos jerarquizados de planta permanente: provienen de los
sectores más tradicionales de la sociedad tandilense. Todos nacidos y criados
en el seno de las familias que históricamente se reconocen como pertenecientes al casco urbano conocido como “las cuatro
avenidas”. Una identidad histórica, social, cultural y económica, muy arraigada
en el imaginario de la Aldea Serrana. Lo que veamos diferentes en este panorama
confirma lo hasta aquí sostenido.
Esta homogeneidad podríamos
individualizarlas en dos grandes grupos: uno proveniente de la actividad
agrícola ganadero, gente con “apellido” como capital simbólico-actividad que
domino el escenario durante décadas la historia de la pampa húmeda-y el otro,
que surge lentamente a partir de principios del siglo XX con el radicalismo(conservador
que predomina en la sociedad tandilense), compuestos de comerciantes ligados al
campo, profesionales que subieron un escalón en el status social con el impulso
democratizador de la enseñanza universitaria del Irigoyenismo, viejos
dependientes de campo que se independizaron en el periodo de decadencia que
sufrió la llamada “oligarquía” ganadera con la crisis del 30 y el surgimiento
del peronismo y la industrialización del país, etc.
Sin pretensiones de rigor científico
en el análisis queremos mostrar una postal
del pasado, producto de una sociedad estamental que dominó la vida de
los lugareños durante muchas décadas.
Con la primavera democrática del
83 entra en una lenta agonía, la vieja estructura social y económica
tandilense. Aunque en la superficie todo pareciera que esta igual que antes,
cada vez hay más demandas de estos sectores por ocupar empleos en el Estado,
que a la par de la crisis económica propia se ven desplazados por una nueva
generación económicamente poderosa “extraña” a sus intereses y afectos; muchos
provenientes de sectores excluidos del escenario social representativo del
“ethos” tandilense, e inmigrantes internos en busca de nuevas oportunidades de
fortuna y calidad de vida en nuestras sierras.
No necesitamos decir los estragos que provocó
la ola neoliberal en la Argentina
durante los finales de los años 80 y toda la década del 90; solo diremos que
dio un toque mortal a las viejas estructuras sociales y económicas que pensaron que podían
“alambrar” el pueblo, para seguir siendo amos y señores.
El “hambre” por un empleo público
se hace cada vez más apremiante. La decadencia de estos sectores se quedan
aferrados a su único símbolo vigente: el apellido. Con este valor agregado
sobrevive todavía hasta entrado el nuevo milenio.
A la saga de estos cambios que
trastocan a fondo al viejo “orden conservador tandilense” se hunden sectores de
clase media ligada al radicalismo que
todavía conserva las viejas mañas del “perder
elecciones y ganar puestos públicos” para sus afiliados y amigos. Un
viejo y repetido entrenamiento de esta fuerza política, desde que el peronismo
lo sacó de la puja política por la conquista del gobierno, pero no de su arraigado y profundo enraizamiento
histórico en el Estado.
En Tandil resistieron años de
vacas flacas en nichos propios: la UNICEN, el Palacio Municipal, el Poder
Judicial, en dependencias nacionales como el ANSES y la AFIP, en el Banco
Provincia, Rentas Provincial, etc.
Subieron la “presión” en el
Estado por nuevos “empleos” a la par que iban desapareciendo “iconos” de la
vieja sociedad tandilense donde tenían sentados sus petates: La Agrícola, el
Banco Comercial, la Tandilense, entre otros, y el complejo financiero “radical”
que tenía como símbolo y fuente de trabajo, el Banco del Fuerte y las empresas
satélites que vivían de la entidad
madre.
No queremos agotar el inventario,
simplemente damos un “botón de muestra” del estado de cosas “naturalizado” en
la sociedad. Eran los beneficiarios de
los mejores y mas estables empleos que ofrecía la sociedad a sus
vecinos. Nadie, pero nadie, pasaba el filtro para un empleo público o privado,
sin el consentimiento o el apadrinamiento de unos pocos “dueños del pueblo”; esto se acabó para
beneplácito de los vecinos de a pie.
La dirigencia política que surge
con la renovación en el justicialismo local, se ajusta a este esquema y no insinúa
siquiera cambiar un ápice el “status quo”; derivan en todo caso algún fiel o
amigo de la familia hacia la ciudad de La Plata.
Con el gobierno justicialista de
Pizzorno-que proviene del seno de las familias de las “cuatro avenidas”-
entrarán a trabajar “temporariamente” al municipio unos 300 compañeros y se
irán al final de mandato, 300 compañeros. No compararemos con lo que sucede en
este largo periodo del lunghismo en el gobierno comunal. Escapa al tema que
estamos tratando. Será un interesante tema para otra nota. Sigamos.
Esa política de la dirigencia
local-a cargo de la comuna- se pagó con creces; si hablaran los meandros de la
memoria del Banco del Fuerte podremos rastrear las huellas de esa “convivencia”
de intereses societarios.
El ascenso del radicalismo-travestido
de lunghismo- al gobierno también significó, en paralelo, la pérdida de la
UNICEN como fuente en la colocación de afiliados en puestos de planta
permanente, y les dio un respiro ante el fracaso de la Alianza y la cuasi
desaparición como fuerza política de peso a nivel nacional. Pérdida que afectó
lo mejor que saben hacer los radicales: incorporar amigos a la administración pública.
La sociedad estaba exteriorizando un profundo cambio de
naturaleza. La aparición de un simil del
“zanatelismo” en el gobierno local, les permitió a la UCR y sus aliados “conservadores”
aferrarse al salvavidas para no hundirse ante los nuevos vientos que soplaban.
Pero a diferencia de los sectores
ligados al radicalismo, las viejas familias de apellido tradicionales en el
pueblo, todavía contaban con la renta que les dejaban los campos que ya no
trabajaban pero que seguían siendo propietarios, para vivir con dignidad.
También la década neoliberal había trastocado el negocio primario y los actores
eran otros, no las viejas familias de siempre.
El tren había pasado para estos sectores; hoy nuevos sectores pujan por la renta global del
partido, y compiten por el pedazo de la torta que todavía manejan el “viejo “ Tandil tradicional, y acentúan el “hambre” por
el puesto público para sus crías e hijos de sus amistades.
En el 2003 se produce en la
Argentina un cambio de gobierno “revulsivo” para estos actores sociales y
políticos: asume una expresión “dura” del peronismo junto al progresismo urbano
e intelectual de izquierda. La figura de Néstor Kirchner impacta fuertemente en
los estamentos reaccionarios, conservadores y retrógrados de la sociedad local.
No son los únicos del espectro societario tandilense.
Algo iba a pasar. Solo era
cuestión de tiempo. Hoy estamos viendo parte de esta película que agita el
fondo del tranquilo mar serrano.
Pero volvamos al comienzo de la
nota: el empleo público en Tandil.
Después de largas décadas de
hegemonía y status quo, el Kirchner ismo rompe esa lógica del pasado en la
distribución de los puestos de trabajo en el Estado, y responde positivamente a
la demanda de los “nadies” sociales que apoyan el proyecto de gobierno de
Néstor y Cristina. Esto favorece la llegada a los empleos públicos que se crean
a partir de poner al Estado como actor central de la gestión política, económica, social y cultural en
Argentina, y altera los usos y costumbres de sectores que se resistían a ver
las transformaciones que sufrió nuestra sociedad en los últimos veinte años.
El cambio de época se nota y
duele. Los medios expresan las protestas y críticas hacia los “nuevos” empleos
que no son ocupados por “los de siempre”.
Pero esto tiene un correlato a
nivel nacional, que es donde se compite por las “ligas mayores”; el encuentro
ríspido de la Presidente con los alumnos argentinos en Harvard muestra la
tensión por los mejores lugares en el Estado que “tradicionalmente” ocupaban
los sectores de clase alta, media alta y ligados al establisment económico para abastecer de funcionarios a los
gobiernos de turno. Ese campo de lucha política hoy esta siendo ocupado por los
jóvenes que masivamente adhieren al gobierno nacional y popular de Cristina. En
detrimento de aquellos que estaban
acostumbrados a ser los beneficiarios de estos cargos. Hoy, se cambió la lógica
del empleo: los nuevos cuadros técnicos políticos provienen de sectores consustanciados con los vientos de
modernidad que sopla en América Latina para mejorar la vida de los pueblos y
fundamentalmente los más relegados en el reparto de los bienes materiales y
simbólicos. Un proceso que se irradia del poder central hacia las periferias; y
llega hasta el último rincón de la sociedad argentina. En Tandil sufren los beneficiarios
de toda la vida y festejan los marginados de nuestra sociedad.
Es la política seguida por el
titular del ANSES, de incorporar jóvenes a las dependencias de la UDAI local la
que genera tensiones en aquellos que se “consideraban” con derechos adquiridos
para tales trabajos; sin reparar en sus afirmaciones que acentuaban las
contradicciones con lo hecho, no solo en décadas en Tandil, sino en la “invasión”
de empleados en planta permanente en la
Comuna, todos surgidos de las filas de Franja Morada, hijos, sobrinos, amigos y
protegidos de viejos afiliados del radicalismo vernáculo.
No es intención de esta nota
hacer juicios de valor sobre esta forma de seleccionar e incorporar personal al
Estado, sino simplemente marcar algunas constantes y rupturas en la historia contemporánea
de la ciudad, sobre el empleo público.
¿ Quién conoce algún empleado que
no tenga en su ADN la mano del político o amigo del oficialismo de turno?. ¿
Cuántos empleados ingresaron por concurso o por selección de antecedentes y
oposición desde el 83 a la fecha? .
Va a ser difícil encontrarlo en
los meandros kafkianos del municipio. Sino todos la mayoría reconoce una “mano” que colaboró o
simplemente lo incorporó a las filas del Estado.
En una sociedad, que sufrió los
peores embates del neoliberalismo en las décadas del ochenta y noventa, no
podemos exigirle un grado de “standard” en la incorporación de personal. Es
lamentable.
Una mejor calidad institucional
es apuntalar una política de empleo e incorporación de personal que tenga en
cuenta las competencias mínimas para el cargo que aspira sin importar de donde
proviene; pero esto en la realidad local( que es la única verdad) es una
utopía. Pasa en muchas empresas privadas ¿cómo vamos a pretender que no siga
pasando en el Estado?, y más, cuando se esta reparando una injusticia histórica
con amplios sectores que fueron marginados “ex profeso” de estos “buenos puestos de trabajo” que dan estabilidad y la
posibilidad de prever un futuro de vida sin sobresaltos, a favor de los que
menos necesitan pero que acapararon durante tanto tiempo este espacio laboral.
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