miércoles, 3 de octubre de 2012

Harvard, empleo público y las clases privilegiadas de Tandil



Hagamos una  “declaración de previo y especial pronunciamiento” antes de abordar este asunto  de “ríspido e urticante” tratamiento  en la Aldea Serrana. Excluyo  fundamentalmente  a la actividad docente inicial, primaria y secundaria. Por dos razones: la regulación normativa es precisa-vía asambleas públicas-y no admite un grado de discrecionalidad mayor, por la presencia de los gremios docentes como garantes de los derechos docentes que reconoce el Estatuto Profesional; algo que si se vislumbra- alto grado de discrecionalidad- en las administraciones municipales, provinciales y nacionales.
Otro sector-el judicial- tiene un manejo de mecanismos más sutiles para “seleccionar e ingresar” al personal auxiliar y merecería un tratamiento especial. También lo excluimos de esta nota.
Si hiciéramos un recorrido por las distintas dependencias públicas en Tandil-de cualquier jurisdicción-podríamos ver a simple vista, la homogeneidad social de los agentes y/o empleados públicos jerarquizados  de planta permanente: provienen de los sectores más tradicionales de la sociedad tandilense. Todos nacidos y criados en el seno de las familias que históricamente se reconocen como pertenecientes  al casco urbano conocido como “las cuatro avenidas”. Una identidad histórica, social, cultural y económica, muy arraigada en el imaginario de la Aldea Serrana. Lo que veamos diferentes en este panorama confirma lo hasta aquí sostenido.
Esta homogeneidad podríamos individualizarlas en dos grandes grupos: uno proveniente de la actividad agrícola ganadero, gente con “apellido” como capital simbólico-actividad que domino el escenario durante décadas la historia de la pampa húmeda-y el otro, que surge lentamente a partir de principios del siglo XX con el radicalismo(conservador que predomina en la sociedad tandilense), compuestos de comerciantes ligados al campo, profesionales que subieron un escalón en el status social con el impulso democratizador de la enseñanza universitaria del Irigoyenismo, viejos dependientes de campo que se independizaron en el periodo de decadencia que sufrió la llamada “oligarquía” ganadera con la crisis del 30 y el surgimiento del peronismo y la industrialización del país, etc.
Sin pretensiones de rigor científico en el análisis queremos mostrar una postal  del pasado, producto de una sociedad estamental que dominó la vida de los lugareños durante muchas décadas.
Con la primavera democrática del 83 entra en una lenta agonía, la vieja estructura social y económica tandilense. Aunque en la superficie todo pareciera que esta igual que antes, cada vez hay más demandas de estos sectores por ocupar empleos en el Estado, que a la par de la crisis económica propia se ven desplazados por una nueva generación económicamente poderosa “extraña” a sus intereses y afectos; muchos provenientes de sectores excluidos del escenario social representativo del “ethos” tandilense, e inmigrantes internos en busca de nuevas oportunidades de fortuna y calidad de vida en nuestras sierras.
 No necesitamos decir los estragos que provocó la ola neoliberal  en la Argentina durante los finales de los años 80 y toda la década del 90; solo diremos que dio un toque mortal a las viejas estructuras  sociales y económicas que pensaron que podían “alambrar” el pueblo, para seguir siendo amos y señores.
El “hambre” por un empleo público se hace cada vez más apremiante. La decadencia de estos sectores se quedan aferrados a su único símbolo vigente: el apellido. Con este valor agregado sobrevive todavía hasta entrado el nuevo milenio.
A la saga de estos cambios que trastocan a fondo al viejo “orden conservador tandilense” se hunden sectores de clase media ligada al radicalismo  que todavía conserva las viejas mañas del “perder  elecciones y ganar puestos públicos” para sus afiliados y amigos. Un viejo y repetido entrenamiento de esta fuerza política, desde que el peronismo lo sacó de la puja política por la conquista del gobierno, pero no  de su arraigado y profundo enraizamiento histórico en el Estado.
En Tandil resistieron años de vacas flacas en nichos propios: la UNICEN, el Palacio Municipal, el Poder Judicial, en dependencias nacionales como el ANSES y la AFIP, en el Banco Provincia, Rentas Provincial, etc.
Subieron la “presión” en el Estado por nuevos “empleos” a la par que iban desapareciendo “iconos” de la vieja sociedad tandilense donde tenían sentados sus petates: La Agrícola, el Banco Comercial, la Tandilense, entre otros, y el complejo financiero “radical” que tenía como símbolo y fuente de trabajo, el Banco del Fuerte y las empresas satélites que vivían de la  entidad madre.
No queremos agotar el inventario, simplemente damos un “botón de muestra” del estado de cosas “naturalizado” en la sociedad.  Eran los beneficiarios de los mejores y  mas  estables empleos que ofrecía la sociedad a sus vecinos. Nadie, pero nadie, pasaba el filtro para un empleo público o privado, sin el consentimiento o el apadrinamiento de unos pocos  “dueños del pueblo”; esto se acabó para beneplácito de los vecinos de a pie.
La dirigencia política que surge con la renovación en el justicialismo local, se ajusta a este esquema y no insinúa siquiera cambiar un ápice el “status quo”; derivan en todo caso algún fiel o amigo de la familia hacia la ciudad de La Plata.
Con el gobierno justicialista de Pizzorno-que proviene del seno de las familias de las “cuatro avenidas”- entrarán a trabajar “temporariamente” al municipio unos 300 compañeros y se irán al final de mandato, 300 compañeros. No compararemos con lo que sucede en este largo periodo del lunghismo en el gobierno comunal. Escapa al tema que estamos tratando. Será un interesante tema para otra nota.  Sigamos.
Esa política de la dirigencia local-a cargo de la comuna- se pagó con creces; si hablaran los meandros de la memoria del Banco del Fuerte podremos rastrear las huellas de esa “convivencia” de intereses societarios.
El ascenso del radicalismo-travestido de lunghismo- al gobierno también significó, en paralelo, la pérdida de la UNICEN como fuente en la colocación de afiliados en puestos de planta permanente, y les dio un respiro ante el fracaso de la Alianza y la cuasi desaparición como fuerza política de peso a nivel nacional. Pérdida que afectó lo mejor que saben hacer los radicales: incorporar amigos a la administración pública.
La sociedad  estaba exteriorizando un profundo cambio de naturaleza.  La aparición de un simil del “zanatelismo” en el gobierno local, les permitió a la UCR y sus aliados “conservadores” aferrarse al salvavidas para no hundirse ante los nuevos vientos que soplaban.
Pero a diferencia de los sectores ligados al radicalismo, las viejas familias de apellido tradicionales en el pueblo, todavía contaban con la renta que les dejaban los campos que ya no trabajaban pero que seguían siendo propietarios, para vivir con dignidad. También la década neoliberal había trastocado el negocio primario y los actores eran otros, no las viejas familias de siempre.  El tren había pasado para estos sectores; hoy  nuevos sectores pujan por la renta global del partido, y compiten por el pedazo de la torta que todavía manejan el “viejo “  Tandil tradicional, y acentúan el “hambre” por el puesto público para sus crías e hijos de sus amistades.
En el 2003 se produce en la Argentina un cambio de gobierno “revulsivo” para estos actores sociales y políticos: asume una expresión “dura” del peronismo junto al progresismo urbano e intelectual de izquierda. La figura de Néstor Kirchner impacta fuertemente en los estamentos reaccionarios, conservadores y retrógrados de la sociedad local. No son los únicos del espectro societario tandilense.
Algo iba a pasar. Solo era cuestión de tiempo. Hoy estamos viendo parte de esta película que agita el fondo del tranquilo mar serrano.
Pero volvamos al comienzo de la nota: el empleo público en Tandil.
Después de largas décadas de hegemonía y status quo, el Kirchner ismo rompe esa lógica del pasado en la distribución de los puestos de trabajo en el Estado, y responde positivamente a la demanda de los “nadies” sociales que apoyan el proyecto de gobierno de Néstor y Cristina. Esto favorece la llegada a los empleos públicos que se crean a partir de poner al Estado como actor central de la gestión  política, económica, social y cultural en Argentina, y altera los usos y costumbres de sectores que se resistían a ver las transformaciones que sufrió nuestra sociedad en los últimos veinte años.
El cambio de época se nota y duele. Los medios expresan las protestas y críticas hacia los “nuevos” empleos que no son ocupados por “los de siempre”.
Pero esto tiene un correlato a nivel nacional, que es donde se compite por las “ligas mayores”; el encuentro ríspido de la Presidente con los alumnos argentinos en Harvard muestra la tensión por los mejores lugares en el Estado que “tradicionalmente” ocupaban los sectores de clase alta, media alta y ligados al establisment  económico para abastecer de funcionarios a los gobiernos de turno. Ese campo de lucha política hoy esta siendo ocupado por los jóvenes que masivamente adhieren al gobierno nacional y popular de Cristina. En detrimento de aquellos  que estaban acostumbrados a ser los beneficiarios de estos cargos. Hoy, se cambió la lógica del empleo: los nuevos cuadros técnicos políticos provienen de  sectores consustanciados con los vientos de modernidad que sopla en América Latina para mejorar la vida de los pueblos y fundamentalmente los más relegados en el reparto de los bienes materiales y simbólicos. Un proceso que se irradia del poder central hacia las periferias; y llega hasta el último rincón de la sociedad argentina. En Tandil sufren los beneficiarios de toda la vida y festejan los marginados de nuestra sociedad.
Es la política seguida por el titular del ANSES, de incorporar jóvenes a las dependencias de la UDAI local la que genera tensiones en aquellos que se “consideraban” con derechos adquiridos para tales trabajos; sin reparar en sus afirmaciones que acentuaban las contradicciones con lo hecho, no solo en décadas en Tandil, sino en la “invasión” de empleados en planta permanente  en la Comuna, todos surgidos de las filas de Franja Morada, hijos, sobrinos, amigos y protegidos de viejos afiliados del radicalismo vernáculo.
No es intención de esta nota hacer juicios de valor sobre esta forma de seleccionar e incorporar personal al Estado, sino simplemente marcar algunas constantes y rupturas en la historia contemporánea  de la ciudad, sobre el empleo público.
¿ Quién conoce algún empleado que no tenga en su ADN la mano del político o amigo del oficialismo de turno?. ¿ Cuántos empleados ingresaron por concurso o por selección de antecedentes y oposición desde el 83 a la fecha? .
Va a ser difícil encontrarlo en los meandros kafkianos del municipio. Sino  todos  la mayoría reconoce una “mano” que colaboró o simplemente lo incorporó a las filas del Estado.
En una sociedad, que sufrió los peores embates del neoliberalismo en las décadas del ochenta y noventa, no podemos exigirle un grado de “standard” en la incorporación de personal. Es lamentable.
Una mejor calidad institucional es apuntalar una política de empleo e incorporación de personal que tenga en cuenta las competencias mínimas para el cargo que aspira sin importar de donde proviene; pero esto en la realidad local( que es la única verdad) es una utopía. Pasa en muchas empresas privadas ¿cómo vamos a pretender que no siga pasando en el Estado?, y más, cuando se esta reparando una injusticia histórica con amplios sectores que fueron marginados “ex profeso” de estos “buenos  puestos de trabajo” que dan estabilidad y la posibilidad de prever un futuro de vida sin sobresaltos, a favor de los que menos necesitan pero que acapararon durante tanto tiempo este espacio laboral.



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