viernes, 15 de julio de 2011

Provincia de Bs. As.: Panorama desde el puente

El "lápiz rojo" utilizado en la Casa Rosada para provocar el mayor veto interno que se haya registrado en las listas del oficialismo, no sólo no cerró un tema, sino que lo deja pendiente de seguimiento respecto de las reacciones que van expresando los excluidos que se han transformado en los famosos “indignados”.

Suena anecdótico que un encumbrado senador provincial que soñaba con cerrar su carrera en el Congreso haya frustrado tal sueño. O que un Diputado Provincial muy afecto a las redes sociales haya querido truncar su mandato para virar hacia Senador y tener dos años más de estadía legislativa, y de tranquilidad.

Pero lo más grave ha sido la negativa a la condición de poder de quienes apenas podrán conformarse con una reelección como Intendentes que tampoco es segura en todos los casos, porque las listas colectoras locales también han estado a la orden del día.

Los "Barones" o Intendentes del conurbano, como es sabido, no cobraron todos por igual. Cristina con sus directivas dividió el frente. No es ingenua y sabe que activó mecanismos de respuesta o reacción, que el tiempo dirá si son sutiles o rayanas con la alevosía.

Tal reacción se puede registrar por acción o por omisión. La primera modalidad, se traducirá en apoyos hacia algunas alternativas políticas, con lo cual esos jefes territoriales estarían sacando los pies del plato, como se dice vulgarmente. Eduardo Duhalde ejercita sus cánticos de sirena y muchos operadores de De Narváez hacen contactos clandestinos. Pero no aparecen mayores novedades más allá de las confesiones del intendente de Malvinas Argentinas, Jesús Cariglino. Se habló del enojo de su colega de La Matanza, Fernando Espinoza, que no se tradujo en la realidad fáctica.

La omisión podría significar la amplificación de las campañas a nivel local, generando incertidumbre sobre cual es el vínculo afectivo o el compromiso con la campaña nacional, dejando que se responsabilicen y se hagan cargo los candidatos de categorías provinciales o superiores a ella.

Esto implicaría, lisa y llanamente una situación de "brazos caídos" desde los distintos núcleos de poder equivalentes a las intendencias dominadas por el justicialismo histórico. Significaría, en síntesis, desalentar a sus estructuras a promover el apoyo hacia candidaturas por encima de las listas locales. Los intendentes, al no tener motivación para impulsar representantes del entorno propio a la Legislatura, podrían concentrar sólo las energías en sus problemas más urgentes y domésticos, es decir, su propio futuro.

Nadie va a asegurar plenamente este tipo de jugadas, pero las mismas son motivos de comentarios en algunos pasillos legislativos de la capital bonaerense, donde se registra la caja de resonancia de lo que ocurre en los principales distritos del conurbano.

Pero los punteros, más allá de alguna caracterización que se hace por una tira televisiva, tienen sus enormes influencias sobre sus respectivos barrios. Tal cual la vieja interpretación de la teoría sociológica que daba cuenta de los "lideres de opinión".

Esa ascendencia va ligada a la confianza que se le tiene por su habilidad para solucionar pequeños o grandes inconvenientes. Desde un posicionamiento laboral, algún permiso de estacionamiento o un viaje de turismo. Todo se hace en nombre del intendente, sin onda expansiva hacia dirigentes que pueden ser considerados extranjeros.

La estructura de punteros no es impenetrable. De lo contrario, ni la Alianza hubiera ganado en 1997 en esos distritos, ni tampoco lo hubiera hecho el kirchnerismo.

En el 2005, el kirchnerismo confirmó su hegemonía en el oficialismo provincial peronista, desplazando el liderazgo de Duhalde. Gran parte de la liga de intendentes aplicó el viejo código político de alinearse con el nuevo referente.

Sin embargo, recordemos que fue Néstor Kirchner, quien revalidó a la estructura del PJ para gobernar, desplazando, a su vez, a las agrupaciones territoriales que le ayudaron a ganar aquella "madre de todas las batallas".

Pasaron seis años desde esa histórica pulseada política. El proceso de lealtad de los intendentes se tradujo en actos, cotillón de campaña y sobre todo importantes movilizaciones. En el "mientras tanto" el jefe local y sus punteros volvían a ganar oxígeno como estructura confiable desde sus seguidores en los barrios del conurbano.

Hoy Cristina hace su apuesta a "todo o nada". Es decir, ya no para poner en caja a caudillos y representantes del modelo justicialista histórico, sino invitandolos al ostracismo definitivo.

Pero aquellos muchachos que tienen varias elecciones cargadas sobre sus espaldas, seguramente no se van a quedar de brazos cruzados viendo como otros intentan escribir el guión de una película que los tiene como protagonistas.


Fuente: Editorial de Agencia Nova

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