por Juan Perone |
Días atrás, se dio a conocer una lista de 370 personas incorporadas a la planta municipal en los últimos dos años. Habla de casi 400 personas más en una planta de trabajadores que ronda los 2 mil. La abultada incorporación, atiende, seguramente, a una mayor demanda de los servicios, pero también, y es inevitable pensarlo -cuando se controla el listado de los ingresados- a una cuestión eminentemente política: sumar fuerza militante a la estructura, cerrar pactos con instituciones afines, prepararse para la campaña.
Ayer, un delegado municipal vino a sumar detalles a este fenómeno. Habló de grandes irregularidades en Desarrollo Social, subsidios emitidos para pagar servicios o gastos, ayuda arbitraria sin control ni prioridades, ñoquis, personal político que no cumple funciones específicas y otros manejos propios de una estructura paralela al gobierno pero funcional a sus objetivos.
Fuentes gremiales dijeron que estos temas se sabían “desde hace mucho” pero que faltaban las pruebas. El delegado en cuestión, se presentó con papeles de uso interno. Tal vez no tienen la validez que reclamaría un Tribunal de Cuentas, pero a los fines sociales tienen crédito suficiente.
El delegado habló de nepotismo: de hijos y familiares de funcionarios que extienden sus influencias para colocar a su parentela en cargos municipales. Con un doble propósito: fortalecer su economía familiar y fortalecer el aparato lunghista. Y a partir de ambos, un objetivo final: subsistir todos los años que sea posible.
El aparato político es mucho más que un Intendente aunque tenga a esta figura como componente necesario. El aparato excede incluso al Gobierno como figura. El aparato se dice lunghista porque reporta al jefe comunal pero tiene cierta autonomía.
El aparato crece como una burocracia kafkiana que se autofinancia, se autojustifica y, en algún momento, tiene su propio destino. El objetivo de todo aparato es: sobrevivir. Más allá de todas las contingencias, incluso de las personas, incluso del mismo Intendente.
Eso no significa que Lunghi no tenga responsabilidades. Las tiene y es el principal beneficiario de la estructura que le reporta, cumple en sus actos oficiales y partidarios, le arrima votos, se encarga de contestar las críticas en los medios gráficos y deja mensajes en las radios hablando a su favor.
Pero esos beneficios tienen su costo. El costo del aparato lunghista se empieza a hacer visible a partir de denuncias como las del delegado, como la presentación que hicieron los concejales con el listado kilométrico de incorporaciones. Ya hubo algunos indicios, como por ejemplo el cobro de horas extras de algunos municipales que trabajaban para la campaña electoral de 2007, pero la sociedad y algunos medios de comunicación prefirieron entenderlo como apenas una “desprolijidad”.
Nadie puede asegurar que con esta nueva denuncia no pase lo mismo, pero lo cierto que es ya no será tan fácil reducir el nombramiento de hijos de concejales y funcionarios y el uso arbitrario de los recursos del área más sensible de la gestión una “travesura” política más del intendente y su gabinete.
Lo cierto es que el aparato es tan grande que cuesta esconderlo.
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