lunes, 14 de diciembre de 2009

el peronismo de los senderos que se bifurcan – 2da. parte


Reproducimos la segunda parte del interesantísimo post del Blog de Abel:

La primera parte de este post finalizaba con un resumen que en realidad también sintetiza mi pensamiento Para la sociedad en general, y para muchos peronistas, el enfrentamiento interno en el peronismo es entre los Kirchner, que ya llevan seis años en el poder, y un peronismo más viejo aún“.

Me parece bastante evidente que la oposición peronista a Néstor Kirchner no ha elaborado propuestas nuevas (Salvo que consideremos a De Narváez como una expresión del peronismo y al slogan “Votame, Votate” como una propuesta). Se han limitado a repetir las críticas que ya le hacían otros opositores al gobierno, el menemismo residual, o, más recientemente, el grupo Clarín. El problema obvio que se les presenta es que, si la mayoría de los argentinos deciden votar contra los K, lo que parece probable ¿por qué habrían de hacerlo por opositores peronistas?

Por su parte, el oficialismo tampoco ha demostrado creatividad. Muy temprano, sumó al modesto planteo duhaldista de sus comienzos “un país en serio”, el discurso de los organismos de derechos humanos, y, con menor énfasis y quizás sinceridad, algunos elementos del discurso del “centro izquierda”. Con eso le alcanzó, tal vez, para ser lo más a la izquierda que la sociedad argentina puede tolerar en la Presidencia. Pero está claro que hoy no le alcanza para retener el consenso de las mayorías, ni siquiera para generar entusiasmo en sus partidarios.

Como dije hace tiempo en el blog, los kichneristas existen, y ellos son entusiastas. Pero es una minoría de militantes, que a su vez son una minoría muy pequeña en la sociedad. Y su motivación principal parece ser el temor y el rechazo a lo que está enfrente. No alcanza, si no convencen a las mayorías .

La pregunta qué surge es por qué esto es así. Y para tratar de contestarla, quiero hacer una digresión, prometo que breve, sobre la naturaleza del peronismo. Aclaro que no comparto el pensamiento de mi viejo mentor, el Gallego Álvarez, que se asemeja a la opinión que sostiene un asiduo visitante de este blog, el Anónimo Bostero, que cree ser liberal y antikirchnerista, en el sentido que hay una “naturaleza” del peronismo, fija e incambiable, como una Idea Platónica.

Yo parto de la posición que el peronismo es lo que Perón, Evita, Cooke, Vandor, Isabel, Lorenzo, Menem, Duhalde, Kirchner y, sobre todo, los millones de argentinos que se sienten, que son peronistas, hicieron y hacen, las cosas buenas y las macanas. Si hay una identidad peronista, y por supuesto la hay, se expresa en ellos y no en libros, o en otro lado.

Mi amigo Manolo Barge tiene una posición aristotélica parecida. Pero él pone su énfasis en la militancia peronista, sus códigos y sus valores. Yo, más pedestre, tiendo a enfocar a los votantes peronistas: A lo mejor, no son los más interesantes, ni los más creativos. Pero de ellos dependen todos los demás, inclusive el que ejerce la conducción. Porque conducción, es conducirlos a ellos, y no otra cosa.

Y justamente ahí aparece un argumento muy sólido en favor de la identidad peronista. Porque desde 1946 hasta ahora, por 63 años, ha habido una coherencia muy grande en quiénes votaban al peronismo.

Desde el comienzo, el peronismo, por todo su discurso y su pensamiento no clasista, ha sido el partido al que votaban los pobres, los de abajo. Como en las ciudades de Grecia, entre demócratas y oligarcas, en la vieja Roma, entre Populares y Optimates, la distinción era muy clara (Tampoco allí la definición era clasista: la familia de Cayo Julio César, que descendía de la diosa Venus, militó por siglos en el Partido Popular. Si uno quiere ser cínico, puede decir que se trataba de elegir los medios para acceder al poder. Pero los pobres, a los que la vida les enseñó a ser realistas, no tenían dudas para elegir entre César y el Senado).

Las estadísticas del voto peronista permiten ser más preciso: a lo largo de todas esas décadas, la fuerza electoral del justicialismo estuvo, está mayoritariamente en los suburbios de las grandes ciudades, y en las provincias pobres. Al Justicialismo se sumaron en las urbes la clase trabajora organizada, y en el interior, por su oposición al radicalismo y por motivos más profundos, los aparatos conservadores y su base rural fuera de la pampa gringa. Y desde entonces han seguido con nosotros.

Esos sectores han sido, si se quiere, el “núcleo duro” del peronismo. Hoy su predominio en ellos es claramente menor que en sus mejores décadas. Pero sigue siendo mayoritario allí, y ninguna otra fuerza ha logrado todavía una presencia que pueda disputar su hegemonía.

Pero ahí no concluye la historia. El peronismo nunca se planteó ser exclusivamente eso. Porque no era esa su idea de la Nación, y por una razón muy práctica: porque solamente con eso no se ganaba, ni se podía gobernar.

Al comienzo, afluyeron al peronismo cuadros de todos los sectores ideológicos, y Perón les dió la bienvenida sin preguntar demasiado. Los aportes más importantes los hicieron el socialismo, el radicalismo forjista y el nacionalismo: Pero los aliados decisivos fueron el Ejército y la Iglesia. Perón había aprendido en el primer partido militar, el de Justo, a manejar esos resortes de poder.

Cuando esa alianza se rompió, el peronismo fue derrocado. Igual, Perón y los peronistas, por todos sus errores, se mantuvieron fieles al corazón de su fuerza. Y una larga guerra civil larvada demostró que el peronismo, y los sectores sociales que expresaba, sólos no alcanzaban para retomar el poder, pero contra ellos no se podía gobernar.

Los años posteriores al regreso de Perón, aún las masacres que siguieron al golpe de 1976, no alcanzaron a modificar este hecho de la realidad argentina. No que no hubo novedades. El peronismo fue derrotado en las urnas en 1983, y la demostración que eso era posible hizo que el paìs no peronista pudiera aceptar la democracia. Menem consiguió el gobierno y procedió a hacer la alianza que nadie hubiera creído posible: la del peronismo y el poder económico transnacional. Su gobierno fue un frente en la mejor tradición peronista, pero entre el PJ y la Ucedé.

Cuando eso termina en el desastre, Kirchner construye una alianza de signo opuesto, con el progresismo urbano de clase media. Sus funcionarios vienen del PJ y el Frepaso (aunque sin descartar los que quedan de la Ucedé). Las recientes elecciones, las encuestas, el humor social parecen indicar el agotamiento de esta etapa.

El compañero tandileño Abait apuntó en los comentarios de la primera parte de este blog si el cansancio popular no era con el peronismo en su conjunto. Seguramente, es así. Hemos gobernado buena parte de los últimos veinte años y, lo siento Manolo, pero debemos reconocer que no hemos hecho un trabajo extraordinario. Es cierto que las consecuencias podrían haber sido peores – lo han sido en otros países – de no existir la voluntad peronista de hacerse cargo. Pero ese no es un argumento que convenza a los que no están convencidos.

Igual, no importa. Está en la naturaleza de una fuerza politica, especialmente de una con la tradición peronista, el luchar por alcanzar y retener el poder. KIrchner, seguramente, peleará hasta lo último. ¿Por qué sus oponentes, que pueden especular con volcar el fastidio popular justamente hacia el “K”, no muestran una mayor imaginación? No es que estén opacados por una oposición no peronista vigorosa y con liderazgos carismáticos.

Creo que es porque no ofrecen a los sectores sociales que apoyan o toleran el liderazgo de Kirchner una mejor opción, ni están expresando a otros sectores fuera del esquema actual. Son los que están fuera del poder político que quieren desalojar a los que están adentro. Natural, pero mientras sólo sean eso, no tendrán mucha chace de reemplazar al oficialismo actual en el favor popular.

¿Permanecerá así el cuadro? En mi opinión, no. Hay dos elementos importantes a tomar en cuenta: Los sectores medios de la sociedad argentina son muy diversos entre sí, y muchos entre ellos no están cabalmente expresados por las opciones no peronistas actuales. En realidad, su origen es peronista. Hoy están mayoritariamente en contra de Kirchner, pero se expresan en formas muy diversas y, aparentemente, no fijadas todavía. Hace dos años dieron un triunfo aplastante a Macri en la C.A.B.A., y hace pocos meses dieron un éxito sorpresivo a Pino Solanas. En la Provincia votaron a De Narváez, a quien un año antes muy pocos reconocían… Un porcentaje menor lo hizo por Sabbatella, que tampoco era ciertamente un ídolo popular.

Tengamos en cuenta que tan cerca como el 2007, una gran parte de ellos votó por Cristina, desde el peronismo o el radicalismo K (se acuerdan?). Hoy el lamento es por el vicepresidente y los legisladores que el peronismo perdió de ganar. No amigos, el problema clave son esos votantes.

Esto es especulativo. El surgimiento de una nueva propuesta, como diría Maquiavelo, es cuestión de fortuna y virtú, y no puede predecirse. Pero si es seguro el otro elemento que condiciona el panorama.

En el 2011 se elige todo. O, digamos, todo lo que importa a la clase política: no solamente la Presidencia, las gobernaciones, con excepción de Corrientes, las intendencias importantes. Kirchner, como parte de su pelea por conservar el poder, les obliga a atar su suerte a la del candidato presidencial de su partido. Bueno, eso los obliga a buscar un candidato presidencial que – gane o no – les ayude a ganar a ellos.

Justamente, en Provincia de Buenos Aires hemos tenido una preview del asunto. Sabiendo – de eso saben – la baja intención de voto para Kirchner, dirigentes de la Tercera Sección electoral, fieles a la Doctrina Russo que se originó en su seno (“Al conductor se lo sigue hasta la puerta del cementerio. Ahora, si decide meterse adentro, eso ya es un problema de él“) quisieron abrir la posibilidad de separar las internas provinciales de las nacionales. Kirchner lo vetó, y como Balestrini todavía no es o no quiere ser Jefe, no pudo oponerse. Pero con eso simplemente hace que sea necesario un candidato presidencial que sume votos, para que el peronismo bonaerense conserve su poder, es decir, su existencia.

Mi especulación: ese candidato debe ser alguien que garantize a los sectores que hoy apoyan o toleran el liderazgo de Kirchner que no serán tratados peor que hoy, y que pueda rescatar algunos de esos sectores alienados por el estilo K. Puede ser alguno de esos hombres jóvenes, delgados y hambrientos que, según Shakespeare, turbaban el sueño de César.(fuente: El Blog de Abel)

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